cuento lindo

Y ocurrió que te reconocí. Llevabas una sonrisa que hacía juego con el día, y tus ojos, eran del color de la húmeda eternidad. Los años regresaron de pronto a la memoria, y allí, sentado en ese auditorio, me encontré recorriendo tus muslos de plata, y mis labios, tu cuello mullido y sereno, todo esto sin moverme de mi asiento. Sentí el corazón como relámpago o trueno que estremece. Me decidí. Me haría presente, sin importar con quien te encuentres, me acercaría y te saludaría.
Tomé la mano de mi nieto, que se encontraba junto a mí, y le dije: Llévame donde aquella anciana…

©Patricio Sarmiento Reinoso